sábado, 29 de diciembre de 2012

NUEVOS RETOS PARA LA ESCUELA


Esta época en la que vivimos requiere ciudadanos capaces de entender la complejidad de las situaciones que se nos plantean y el incremento exponencial de la información, así como personas capaces de adaptarse creativamente a la velocidad del cambio y a la incertidumbre. Hoy, los chicos crecen y viven saturados de información, por tanto, el reto de la formación del alumno se sitúa en la dificultad de transformar las informaciones en conocimiento que ayuden a comprender mejor la realidad. El abultado índice de abandono escolar, sin ni siquiera concluir la etapa obligatoria, y la irrelevancia de los contenidos que se aprenden para pasar exámenes, pero que no incrementan el conocimiento útil, nos hace pensar en una reforma drástica de un dispositivo escolar mejor adaptado a los desafíos del XXI.

Si la escuela tiene que responder a nuevas y complejas exigencias, la formación de los docentes ha de afrontar retos similares para responder a tan importantes y novedosos desafíos. Ante tales demandas, la figura del docente se sitúa en el eje de atención y polémica. La formación de nuestros alumnos y la formación de los docentes, responden a unas mismas exigencias y requieren propuestas y estrategias de formación similares.

Me pregunto: ¿qué relación tiene el conocimiento que se aloja en las escuelas, que se concreta en los currículums académicos y se empaqueta en los libros de texto, con la formación y el desarrollo de los modos de pensar, sentir y actuar de los individuos como ciudadanos, personas y profesionales?

La construcción del pensamiento práctico, de las competencias y cualidades humanas, se presenta como el verdadero objetivo de la enseñanza. El carácter efímero del conocimiento académico que los estudiantes adquieren en la institución escolar, es la consecuencia, entre otras razones, de su escasa relevancia para contribuir a formar el pensamiento práctico, los modos de entender, sentir y actuar de cada individuo en la vida cotidiana. Intento no enseñar a mis alumnos; sólo quiero proporcionarles las condiciones para que puedan aprender.

La crisis que vivimos no es una crisis económica sin más. Es una crisis que afecta a todos los aspectos del vivir humano, pero sobre todo afecta a la sensibilidad humana, se está produciendo una gran deshumanización. La construcción de un nuevo modelo de sociedad requiere relaciones sociales basadas en el amor. Caminar en esta dirección se ha de basar en la construcción de un “nosotros” donde no haya “otros”, sino personas autónomas, libres y solidarias, en el seno de una sociedad igualitaria. Se trata de generar personas responsables con su entorno social y natural. Este nuevo modelo también requiere un cuidado que no genere dependencia, sino que procure el máximo desarrollo del ser humano.